
Historia
La pesca, al igual que la caza o la recolección, ha estado ligada al ser humano desde tiempos inmemoriales. El pueblo vasco, tan relacionado con el mar como con la montaña, ha desarrollado este oficio durante miles de años hasta llegar a los actuales arrantzales.
Los primeros vestigios sobre la historia pesquera del País Vasco son arqueológicos. Se han encontrado abundantes restos del intenso marisqueo realizado durante el Paleolítico. Además, según algunos arqueólogos, se aprecian representaciones iconográficas de pescados como gallos o lenguados en diversas pinturas rupestres del País Vasco, lo que sería el primer indicio de actividad pesquera en nuestras costas. A nivel también arqueológico -aunque ya en relación con la antigüedad clásica- se han conservado restos romanos de unas instalaciones de salazón de pescado en la localidad labortana de Ghétary.
Los documentos más antiguos sobre las pesquerías realizadas por los vascos se remontan a la Edad Media, a la caza de ballenas. Aunque hoy pueda parecer increíble, las costas vascas eran visitadas cada año en la etapa invernal por cetáceos, pertenecientes a la especie Eubalena Glacialis. No hay menciones tan frecuentes a otras especies, pero los besugos y sardinas de Bermeo ya aparecen en fuentes literarias como el Libro del Buen Amor, de Arcipreste de Hita. Al margen de testimonios literarios, son nombradas otras especies (merluza, etc.) en ciertos documentos como en las ordenanzas de las primeras Cofradías pesqueras, datadas en la Baja Edad Media, o también en diversos manuscritos de esa época.
En el siglo XVI tuvo lugar un cambio que resultó trascendental para la historia pesquera vasca. A partir de 1530 comienzan las primeras travesías trasatlánticas: primero en Terranova y luego, ya en el siglo XVII, en otras zonas como Islandia o las islas Spiztberg. Las pesquerías trasatlánticas supusieron que anualmente un gran número de grandes embarcaciones vascas se dirigieran en la primavera hacia las costas de Terranova para realizar su campaña de pesca, de manera que permanecían en esas latitudes, en busca de ballenas y bacalao, hasta el otoño. Estos viajes trasatlánticos implicaron notables ganancias económicas, por lo que según numerosos historiadores, en los siglos XVI y XVII, la pesca fue la segunda actividad no agraria del País Vasco. Por lo que sólo habrían sido superadas por las actividades siderúrgicas en cuanto las actividades que no eran agrícolas.
En esos negocios tomaron parte prósperos comerciantes de Donostia, Bilbao y Bayona. Pero las importantes ganancias que la pesca transatlántica suponía conllevaban también su riesgo. No era infrecuente que los barcos balleneros y bacaladeros intentaran prolongar su actividad durante el otoño, y algunos de ellos quedaban atrapados por los tempranos hielos que se adelantaban al invierno. Tampoco era raro que las embarcaciones de vuelta a las costas europeas fueran abordadas por piratas.
Lo mucho que se sabe sobre la pesca vasca en Terranova contrasta con la poca información que hay acerca de la pesca en el propio litoral vasco durante los siglos XVI y XVII. Sí se sabe que ésta pasó por una situación difícil a finales del siglo XVI, por lo que se presume que durante el siglo XVII esa crisis fue remontada. Se sabe también que la actividad pesquera se basaba en dos grandes campañas: la invernal, dedica al besugo, y la estival, centrada en el atún. También se pescaban grandes cantidades de peces como la merluza y el congrio y hay referencias a otras capturas de menor importancia de especies como las sardinas y los jibiones.
La gran aventura transatlántica vasca terminó de forma repentina a comienzos del siglo XVIII a partir del Tratado de Utrecht (1713). Desde entonces esa pesca quedó reservada a los barcos ingleses. La hegemonía marítima en el Atlántico Norte pasó de manos de la Corona de Castilla a Francia. A consecuencia de aquel tratado cada una de las tres provincias pesqueras vascas siguió una trayectoria pesquera distinta.
Si nos situáramos a finales del siglo XVIII o principios del XIX, es probable que, en lo básico, apenas encontráramos diferencias importantes con respecto al modelo de pesquería que se venía practicando desde tiempo atrás; por otro lado, durante la mayor parte del último siglo citado, el sector pesquero tampoco sufriría transformaciones profundas. Sin embargo, el apelativo de tradicional que habitualmente se otorga a aquella pesquería anterior a la que podríamos denominar como industrial o moderna, no significa necesariamente estático. Es cierto que si se mide su evolución bajo parámetros actuales, las comunidades pesqueras vascas no destacaron por su dinamismo. Sin embargo, tampoco permanecieron aisladas con respecto a lo que ocurría en su mundo. En la medida
en la que las condiciones socioeconómicas y las naturales variaban, también lo podían hacer determinados aspectos relacionados con las faenas pesqueras. El empleo de nuevas artes o técnicas, la difusión de nuevos tipos de embarcaciones o el aumento en tamaño de los modelos existentes son una muestra de que también las comunidades pesqueras fueron adaptándose a las nuevas circunstancias que fueron apareciendo con el transcurrir de la centuria.
A modo de apunte, habría que resaltar la importancia que tuvieron en la configuración de los procesos productivos, tanto en la gestión del acceso a los recursos como en la comercialización; aspectos en los que, gracias a un marco institucional particular, los gremios gozaron de un monopolio absoluto hasta inicios del último cuarto del siglo XIX. A pesar de que la legislación pesquera desarrollada a partir de entonces liberalizó la industria y otorgó la responsabilidad de su gestión al Estado, las cofradías siguieron manteniendo un papel relevante, ya no sólo como elementos cruciales para comprender la evolución de la pesca vasca hasta nuestros días sino también como fuente de información y asesoramiento para las instituciones encargadas de crear y hacer cumplir las normas.
La pesca en el siglo XIX. Producción y coyunturas
Debido a la escasez y heterogeneidad de las estadísticas de pesca disponibles en la actualidad es difícil ofrecer una visión general sobre la evolución de los desembarcos en toda la costa vasca, y también quizá sobre la propia industria. Por otra parte, dentro de la penuria estadística general, Gipuzkoa aparece peor tratada que Bizkaia, de manera que una buena parte del análisis de la coyuntura se base en datos y experiencias vizcaínas.
Fue en Guipuzkoa donde mayor declive experimentó la pesca, que fue relegada en favor de la aventura colonial, mucho más rentable económicamente. Cuando terminó la fiebre colonial ya se había perdido gran parte de la antigua tradición arrantzale. Abundan las referencias documentales relativas a como los pescadores guipuzcoanos compaginaron la actividad marítima con la agricultura durante la primera mitad del siglo XIX. La única excepción fue Mutriku, donde persistió una fuerte tradición pesquera.
En Bizkaia esta situación era impensable, durante la segunda mitad del siglo XVIII se presenció un resurgir notable del sector pesquero, que se puede comprobar en la documentación de la época de puertos como el de Bermeo o Lekeitio. En cualquier caso, desde finales del siglo XVIII y durante gran parte del siglo XIX, se sucedieron los conflictos bélicos que afectaron negativamente al sector pesquero en ambas provincias.
En Iparralde la actividad extractiva se centró en la pesca costera de sardina y otras especies, destinadas principalmente a su transformación en conserva. Esto dio lugar a un sector que no sólo se abastecía de las capturas realizadas en Lapurdi, sino que también importaba notables cantidades de pescado procedentes de las Provincias Vascongadas.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX se potenció notablemente la industria conservera en Hegoalde, que fue impulsada no pocas veces por conserveros italianos, que llegaban al territorio en busca de materia prima barata y de buena calidad. De cualquier manera, el desarrollo de las conserveras supuso una mejora de la condición social de las poblaciones pesqueras al aumentar la oferta de trabajo para las mujeres e hijas de los arrantzales.
Otras fuentes, como los donativos realizados por los mareantes de Lekeitio a la Iglesia de Santa María, muestran una tendencia similar. Es cierto que los datos son de diferente tipo (cantidades de pescado –Pamplona–, valores –Lekeitio–), pero la cuestión es que, en este caso, y desde un punto monetario, los rendimientos de los pescadores lekeitiarras crecen de manera clara en las dos últimas décadas del XVIII y los primeros años del XIX. Por su parte, a finales de los cuarenta tampoco parece que desde el punto de las capturas se trate de una época boyante.
A finales del siglo XVIII el sector atravesó por un período de crecimiento significativo. Las razones pueden ser múltiples pero, hoy por hoy, lo único que se puede apuntar son algunas hipótesis.Por lo que se sabe al respecto, parece que las últimas décadas del siglo XVIII y los primeros años del siguiente fueron un período en el que alimentos básicos como el grano o las carnes se encarecieron significativamente.
En cambio, a inicios del XIX, la caída con respecto a los últimos años del siglo XVIII fue notable, aunque habría que subrayar a este respecto que por lo menos hasta el inicio de la Guerra de Independencia se moverían por niveles más o menos similares a los de los años ochenta del siglo anterior. A pesar de las repetidas quejas de los gremios sobre las graves consecuencias, tanto financieras como productivas, de las levas de marinería, parece que la crisis no fue tan profunda como pareció.
Uno de los primeros indicadores interesantes lo constituiría la evolución demográfica de los principales puertos vizcaínos entre finales del siglo XVIII y mediados del siguiente. Si la crisis hubiera existido, al menos en la manera en la que ha sido caracterizada, sería difícilmente compatible con la evolución demográfica de algunos núcleos pesqueros.
A partir de los años treinta, prácticamente todas las referencias que se han podido encontrar recogen las quejas de los gremios por el escaso valor que alcanzaba el pescado fresco en el mercado. Uno de los principales problemas que conocía el sector en aquellos momentos era, entonces, la dificultad para la comercializar las capturas. Como lo expresa claramente la cofradía de Bermeo en 1835:
«El valor aproximado de la pesca de Bermeo en el año último de 1834 había sido de cuatrocientos mil reales, pero en años anteriores llegaba a producir de quinientos a seiscientos mil reales, advirtiendo que de estos productos se sacan o pagan los grabamentes generales como derechos de Prebostada, intereses de Censos, prestamos varios que grabitan sobre la Corporación Gremial. El demerito del valor de la pesca actual relativamente a los años atrás mas bien proviene de su desestimación en el precio, que de la cantidad ó numero de arrobas que salen para venta, en lo que podrá haber menos variedad y por consiguiente la decadencia de este trafico industrial, se cree sea por la menor concurrencia de compradores en los mercados o de sujetos que estén en disposición de pagar por la pesca los precios anteriores, cuando en los días de vigilia, que al presente son muy pocos desde que se permite comer carne en las mas de ellas, del Bacalao, que es una pesca mas común en el interior de las provincias: cuyas circunstancias influirán también para la baratura de los pescados frescos».
Es decir, el problema no era tanto la escasez de las capturas como el escaso rendimiento que obtenían en la venta, y que según en este caso el gremio bermeano se debía a la desestimación del precio, producto de circunstancias como el menor cumplimiento de los preceptos religiosos y la dura competencia del bacalao en los mercados del interior.
Lo cierto es que a partir de 1918 aproximadamente, se produjo un crecimiento significativo de la flota arrastrera vasca y de sus desembarcos, todo ello vinculado a un aumento del consumo de pescado fresco, que no sólo habría que relacionarlo con mejoras en los transportes sino también con otros cambios que conoció el propio mercado de la pesca.
Por una parte, a partir de 1918, al margen de agrandar su tamaño de forma rápida, la flota fue desarrollándose con unas características nuevas. Si hasta entonces los buques empleados, tanto en el sistema de pareja como con el arrastre con puertas eran de similar factura, desde el final de la guerra, aparecería una división cada vez más clara entre los tipos de embarcaciones utilizadas en los diferentes sistemas de arrastre. Por una parte, el tipo de embarcación utilizado en pareja varió radicalmente. Si hasta entonces se habían utilizado buques de casco de hierro o acero y de un tonelaje que giraba en torno a las 100 toneladas, a partir de entonces comenzó a generalizarse un modelo de buque de casco de madera con un tonelaje que rara vez superaba las 70 toneladas de registro bruto, y construido en astilleros provinciales fundamentalmente.
Sin embargo, este desarrollo topó con un importante obstáculo en sus inicios. El puerto de San Sebastián presentaba limitaciones importantes de espacio para albergar una flota que estaba creciendo con rapidez. Tampoco disponía de espacios para la infraestructura necesaria (talleres, almacenes, fábricas de hielo, depósitos de carbón, etc.). Además, tenían que compartir muelles con un cada vez más numeroso número de vaporcitos y pequeñas motoras dedicadas a la pesca costera. Ante esta situación algunos armadores decidieron buscar una nueva ubicación y decidieron emigrar
hacia Pasajes.
La construcción del nuevo puerto pesquero de Pasajes fue uno de los elementos que facilitó el rápido incremento de la flota arrastrera. En el período comprendido entre 1919/1920 y mediados de los años treinta, la flota pasaitarra pasó a ser la más importante de España, tras la de Vigo en tonelaje bruto total, aunque siendo la primera, y con gran diferencia sobre el resto, en buques mayores de 100 TRB.
En resumen, durante este primer tercio del siglo XX, la transformación de la industria pesquera vasca fue profunda. En este proceso participaron tanto cambios institucionales como técnicos, así como nuevas circunstancias que impulsaron hacia arriba la demanda de pescado en sus diferentes formas. Como resultado de todo ello, en vísperas de la Guerra Civil, el sector pesquero vasco se hallaba dividido en dos modelos completamente diferentes: por un lado, los pesca de bajura, vinculada a las cofradías y a la captura de especies demandadas sobre todo por el sector transformador; por otro, un sector con unas características claramente industriales vinculado a la comercialización del pescado fresco.
Visto en el largo plazo, una vez que terminó el conflicto civil, la industria pesquera vasca en su conjunto, entró un proceso general de expansión y especialización, que se cortaría durante la segunda mitad de la década de los años setenta como resultado de los cambios que comenzaron a sucederse en el marco que regulaba el acceso a los recursos pesqueros a escala mundial. Las consecuencias del mismo fueron graves para el conjunto de la industria, pero, en especial, se hicieron especialmente duras en los sectores de altura. De todas maneras, el período comprendido entre mediados de los años cuarenta y los primeros setenta, aunque con diferentes ritmos según los años y sectores, fue de gran crecimiento y, probablemente, podría ser etiquetada como la edad de oro de la pesca en la costa vasca.
Múltiples factores participaron en este proceso. Por una parte, habría que hablar de la profundización en el desarrollo técnico de la flota pesquera en su conjunto. En principio, estos cambios sucedieron con mayor intensidad y rapidez en las pesquerías de altura, pero con el tiempo acabaron también alcanzando a la flota de bajura o superficie. El resultado fue el incremento de la capacidad de captura y de radio de acción de las unidades pesqueras, lo que redundó en un incremento importante de las capturas en todos los subsectores pesqueros. Es cierto que el comportamiento particular de los recursos pesqueros, y en especial en el caso de los pelágicos (anchoa o bonito, por ejemplo) puede conllevar fuertes fluctuaciones en su disponibilidad, como así lo muestran con claridad los datos estadísticos sobre capturas. Pero, a pesar de ello, el aumento del producto pesquero fue innegable.
Por otra parte, la actitud de la Dictadura hacia la industria pesquera varió radicalmente con respecto a la casi nula intervención pública anterior a la Guerra Civil. En cierto modo, las difíciles circunstancias económicas de la posguerra, acentuadas por el bloqueo económico internacional y, fundamentalmente, por la autarquía económica, hicieron que el sector pesquero pasara a tener una consideración mucho mayor. Por otra parte, la necesidad de reactivar la construcción naval actuó como otro importante incentivo para el incremento de las ayudas para la mejora y ampliación de la flota pesquera. En este contexto habría que situar los diferentes proyectos y leyes destinadas a financiar la renovación y el desarrollo del sector pesquero que se elaborarían durante todo este período.
En el País Vasco, al igual que en el resto del país, la guerra frenó el proceso de desarrollo del período anterior. Es cierto que en los años inmediatamente anteriores al conflicto, tanto en la altura como en la bajura algunos problemas estaban empeorando los rendimientos económicos de los pescadores y armadores. De modo resumido se podrían subrayar un incremento en los costes de producción, relacionado a su vez con el aumento del precio del combustible o de los costes laborales, así como otros vinculados a la comercialización, tanto en el mercado interior como en los exteriores. De todas maneras, la tendencia en el largo plazo era claramente de crecimiento.
Aunque es cierto que algunas embarcaciones, mayoritariamente de bajura, continuaron faenando, la movilización general y el requisamiento de la mayor parte de la flota de altura para fines militares, la guerra supuso la paralización casi absoluta de la flota. Sin embargo, a pesar de lo llamativo que pudiera haber sido la reconversión en buques de guerra, dragaminas o de vigilancia costera de muchos de los arrastreros pasaitarras, los efectos que pudo tener sobre la flota no fueron muy importantes.
Desde inicios de la segunda mitad del siglo XX, la industria pesquera conoció un gran desarrollo a escala mundial, aunque el incremento rápido de la capacidad pesquera no tardó mucho tiempo en causar problemas. Es cierto que el crecimiento de los desembarcos fue espectacular a partir de los años cincuenta; sin embargo, ya durante la segunda mitad de los sesenta, la sobrepesca planeaba sobre los principales caladeros mundiales. El pescado fue, entonces, ganando cada vez mayor importancia económica tanto en los países subdesarrollados como en los desarrollados. Pero el interés de los recursos marinos no se limitaba exclusivamente a los peces sino que también entraba en juego la posibilidad de obtener otros recursos naturales, en ocasiones estratégicos como el petróleo.
En resumen, el futuro de la industria pesquera vasca no se presenta muy halagüeño, al menos enlos próximos años. La reducción de cuotas en aguas europeas para la altura no responde sino a un claro problema de sobreexplotación que ha sido afrontado bastante tardíamente por las autoridades pesqueras tanto a escala nacional como internacional. Las cuotas establecidas por la Unión Europea para los años 2000 y 2001 son la prueba más evidente.
En el caso de la bajura, aunque la situación de los recursos no es buena, la situación es algo mejor. Es más, es probable que el establecimiento de cuotas para la captura de bonito y una mejor estimación y gestión de los stocks de anchoa, podrían garantizar la pervivencia de las dos pesquerías claves en la bajura vasca. Al final, lo que queda claro es que aquellos tiempos de abundancia difícilmente podrán volver a repetirse. La precaria situación de la mayor parte de los recursos pesqueros en las aguas frecuentadas por la flota vasca ha traído la necesidad de ajustar las flotas a las posibilidades reales de captura. Esperemos que los mecanismos de gestión aplicados permitan en un futuro no muy lejano la recuperación de los stocks y que podamos seguir comiendo pescado.
Entrevista: Kepa Maguregui, patrón de barco
Kepa Maguregui, patrón de barco bermeotarra, es un ejemplo de la situación actual de los arrantzales. Maguregui denuncia la falta de criterio de la Unión Europea. Sostiene que se aplican restricciones demasiado estrictas a los barcos que realizan pesca tradicional, principalmente por culpa de la acción irresponsable de los barcos que realizan pesca de arrastre. Como él mismo dice: "De cada 10 toneladas que se cogen, se aprovecha una y las otras nueve toneladas se tiran al mar, 9.000 kilos de pescado muerto que se tira al mar".
P: ¿Y por qué a vosotros se os establece un cupo y a estos grandes barcos no?
R: Pues eso es lo que hay que preguntar a la Comunidad Europea. Deberían de enterarse de cómo es el sistema en la mar y luego poner las leyes. El verdel antes no valía dinero, pero en los últimos años ha subido mucho y, evidentemente, ahora le interesa a todo el mundo. Antes estos barcos de arrastre no lo pescaban, pero desde hace unos años sí. Y nosotros somos barcos que hemos estado pescando de toda la vida.. Luego dicen que si hay o no pescado.Yo no pido ni subvenciones ni dinero, solo que me dejen trabajar. Yo no conozco ninguna empresa en tierra que le digan “tú ya no puedes trabajar más este mes”.
Además, el pescado no siempre está quieto. Ahora está aquí, luego está allí… si a España no le dejas pescar, cuando llega el pescado a Inglaterra o Noruega lo pescan, porque allí tienen unos barcos enormer y preparados para pescar todo. Lo que nosotros pescamos desde el 1 de junio hasta mediados de noviembre se aproxima a unos 60.000 kg. Ellos en una sola noche pueden llegar a pescar 100.000 kg.
Estos barcos cogen todo el pescado que se encuentran. Levantan la pesca con unas cuerdas, y todo el pescado que se encuentra dentro se coge con una aspiradora enorme. Da igual el tamaño, el tipo… todo.
Maguregui también contestó varias preguntas que ayudan a conocer cómo es la vida en el mar:
P: En un año, ¿cuánto tiempo estás fuera?
R: Normalmente salimos todos los días a pescar. Antes salíamos a la mar una hora antes de que fuese de día, y estábamos hasta las 8 de la noche. Podías coger 8.000 kg, 6.000…lo que quisieras y pudieras. Pero de dos años para aquí, solo se puede pescar 2500 al día, porque la UE dice que hay poco verdel. Nosotros creemos que hay mucho, pero la UE ha puesto ese cupo. Hace tres o cuatro años pasábamos mucho el cupo que había y este es una especie de castigo, que se supone que permanecerá hasta el 2015.
P: ¿Este cupo se cumple?
R: Sí, normalmente sí. Tenemos que cumplirlo. Hay inspectores en tierra, y como traigas más de lo que puedes…
P: ¿Cuánta tripulación lleváis?
R: En mi barco vamos 5. Es un barco de 21 metros y capacidad para 63 toneladas. Puedes meter 24.000 kg de pescado en la nevera, pero hay que pescarlo, claro.
P: Cuando estás en el barco con esas 5 personas durante tanto tiempo, ¿ya son como familia?
R: Como en cualquier trabajo, te puedes llevar mal con alguien, pero estando en la mar estás viendo a las mismas personas mañana y noche. Además la habitación es la misma para todos. Es decir, compartimos muchas cosas. Muchas veces no podemos dormir por el mal tiempo y el movimiento del barco y no descansamos.
P: ¿Qué haces cuando hay mucha tormenta?
R: Se para el barco y se echa por la popa 30/40 metros de cuerda con una especie de paracaídas, que hace de freno para el barco. Además te mantiene, mantiene el barco en su sitio.


